PIELES REACTIVAS Y PAISAJES DE INTENSIDAD

HOTEL SILKEN SAAJ

 

El hotel urbano SILKEN SAAJ se localiza en la primera línea del frente marítimo de Las Palmas de Gran Canaria, ocupando una posición liminal en la confluencia entre la bahía, la playa de Las Alcaravaneras y el Puerto de La Luz. El emplazamiento —con exposición directa al mar, orientación este y colindancia con una arteria de alta densidad vehicular transitada por 135.000 vehículos diarios— impone un paisaje complejo donde la incidencia de la luz solar directa y el ruido del tráfico constantes configuran una situación de alta exigencia ambiental. Estos dos estímulos dominantes —luz y ruido— son codificados como variables primarias para el diseño y activación del sistema envolvente. La estrategia proyectual, bien lejos de tratar de aplacar estos estímulos, busca reintegrarlos como materia operativa del diseño.

 

 


Conceptualmente, el edificio se plantea no como una entidad estática, sino como una entidad relacional y situada, cuya forma y sentido emergen en interacción continua con el contexto. El habitar no se reduce a la función, sino que se construye desde la experiencia, el cuerpo y el tiempo —una perspectiva que encuentra respaldo en la fenomenología. A partir de esta base, se incorporan también los marcos conceptuales de los sistemas complejos y los sistemas vivos. La envolvente arquitectónica no se concibe como una barrera inerte, sino como un organismo activo capaz de adaptarse y transformarse frente a condiciones cambiantes. Este enfoque se concreta en una arquitectura responsiva en tanto en cuanto sus cualidades físicas son cambiantes y se expresan como una respuesta a determinados estímulos del medio circundante —estímulos que son parametrizados, convertidos en datos. Desde esta óptica, la arquitectura se transforma en un campo performativo, donde lo tectónico y lo dinámico se articulan como un único sistema de acción y percepción.


La propuesta del hotel SILKEN SAAJ se inserta en esta confluencia teórica y proyectual mediante el desarrollo de una piel reactiva que actúa como interfaz sensible entre el edificio y su entorno urbano. Más allá de regular factores ambientales como la radiación solar o el ruido, esta envolvente interpreta la luz y el sonido del tráfico como componentes expresivos del proyecto. Así, la arquitectura se concibe como un sistema abierto basado en la lógica de los sistemas complejos, capaz de reorganizarse frente a estímulos cambiantes. En este marco, luz y ruido se configuran como variables primarias que activan el comportamiento dinámico de la envolvente.

 

 

 


Formal y materialmente, la fachada se compone de una matriz de lamas de vidrio, cuyo diseño paramétrico simula la caída gravitacional de un textil, logrando un efecto plástico de fluctuación y movimiento latente. Esta morfología es resultado de un proceso de fabricación digital avanzada, que culmina en la producción mediante CNC de 180 piezas únicas de vidrio, cada una respondiendo a condiciones específicas de su posición en la envolvente.

 

 

 


Desde una lectura fenomenológica, la luz no es tratada como un fenómeno físico absoluto, sino desde su dimensión temporal y afectiva: su variación configura la experiencia del habitar en el transcurso del día. Esta condición llevó al desarrollo de una estrategia de respuesta bifásica. Durante el día, la fachada opera como un dispositivo de regulación pasiva, controlando la incidencia solar mediante el uso de láminas dicróicas intercaladas en las 180 piezas que configuran las lamas. Estas capas generan efectos iridiscentes que varían en función del ángulo solar y del punto de vista del observador, instaurando una relación mutable entre el edificio y el paisaje. Durante la noche, el sistema se reconfigura: sensores de luz y sonido captan las intensidades del entorno urbano inmediato —faros de vehículos, ruido del tráfico— y los parametrizan en tiempo real, transformándolos en pulsos lumínicos que son emitidos nuevamente a la ciudad como una gran superficie retroalimentada, reconfigurando la fachada en una suerte de pantalla sensible, viva y situada. 

 


El edificio funciona en el marco conceptual de los sistemas vivos, como un organismo capaz de registrar, transformar y devolver al paisaje urbano los estímulos que recibe, como el medio que suministra condiciones de intercambio entre cuerpo y entorno para habitar la inestabilidad –o el equilibrio inestable. El proyecto ofrece una respuesta que es al mismo tiempo técnica, poética y política y ecodependiente.

La intervención se articula en dos fases constructivas: por un lado, la rehabilitación estructural de un edificio preexistente con estructura metálica, la cual se refuerza para permitir su integración en un nuevo ciclo funcional sin incrementar la huella medioambiental; por otro, la edificación de un nuevo edificio con estructura de pórticos de hormigón armado sobre cimentación de micropilotes. El mecanismo estructural resultante, por medio del cual la segunda fase constructiva en hormigón armado termina por asumir parte de las cargas de la estructura metálica antigua, hace posible la demolición de una línea completa de pilares metálicos, abriendo nuevas opciones espaciales. 

 

 

 

 

En planta de acceso, el proyecto organiza un vestíbulo de doble altura que actúa como espacio de transición entre el ámbito urbano y el interior del establecimiento hotelero. Este núcleo articulador alberga los usos comunes principales: en el nivel inferior se disponen la recepción y un salón polivalente, divisible mediante paneles móviles, mientras que en el nivel superior se sitúa la cafetería. La estrategia espacial de este ámbito responde a una lógica de continuidad visual y perceptiva con el exterior, concebido como una extensión filtrada del espacio urbano. Precisamente por este motivo, añadimos espejos al revestimiento de paneles en forma de diamante de la zona del lobby y patios. Los espejos se orientan al mostrador de recepción, por lo que el conjunto está pensado como un montaje visual que introduce la visión de la zona exterior de acceso al hotel en su interior de tal modo que el recepcionista pueda ver desde abajo lo que está ocurriendo en el nivel superior. Las circulaciones entre los distintos niveles que se generan en el interior del lobby y el ascensor panorámico se resuelven mediante un sistema de rampas fabricadas en estructura metálica y dos escaleras, una de ellas de planta helicoidal. 

 

 

 

 

 

Las unidades alojativas se distribuyen en seis niveles más un ático con terrazas independientes. El hotel brinda una experiencia confortable a sus usuarios a partir de todo el know-how aportado por el operador de establecimiento una vez entra este en funcionamiento. Se incorporan medidas de ahorro energético relacionadas con el control solar, domótica y aislamiento acústico. El estándar de calidad y diseño es alto, tanto en habitaciones como en zonas comunes. El proyecto de interiorismo recupera muchos elementos de la iconografía propia de los hoteles tradicionales de lujo, construyendo un relato coherente en imágenes que está directamente orientado a su publicación y monetización en redes sociales. 

 

 

 

 

 

En el nivel más alto un rooftop panorámico, destinado a actividades de restauración y ocio, ofrece vistas privilegiadas sobre la bahía, consolidando la experiencia del hotel como un enclave urbano abierto al frente marítimo.

 


 

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